El fenómeno lingüístico presenta perpetuamente dos caras
que se corresponden; además, cada una de ellas solo vale gracias a la otra.
1° La silabas que se articulan son impresiones acústicas
percibidas por el oído, pero los sonidos no existirían sin los órganos vocales;
así una N no existe más que por la correspondencia de esos dos aspectos. No se
puede reducir la lengua al sonido, ni separar el sonido de la articulación
bucal.
2° El sonido es una cosa simple, ¿Es él quien hace el
lenguaje? No, no es más que un instrumento del pensamiento y no existe por sí
mismo. Surge ahí una nueva y temible
correspondencia: el sonido, unidad compleja acústico-vocal, forma a su vez con
la idea una unidad compleja, fisiológica y mental.
3° El lenguaje tiene un lado individual y un lado social, y
no puede concebirse uno sin el otro.
4° En cada instante implica a la vez un sistema establecido
y una evolución; en cada momento, es una institución actual y un producto del
pasado.
Si estudiamos el lenguaje por varios lados a la vez, el
objeto de la lingüística se nos aparece como un amasijo confuso de cosas
heteróclitas sin vínculo entre sí.
¿Qué es la lengua?
Es a la vez un producto social, de la facultad del lenguaje
y un conjunto de convenciones necesarias, adoptadas por el cuerpo social para
permitir el ejercicio de esta facultad.
La lengua es un todo en sí y un principio de clasificación.
SIGNO, SIGNIFICADO, SIGNIFICANTE.
Para ciertas personas, la lengua reducida a su principio
esencial es una nomenclatura, es decir, una lista de términos que corresponden
a otras tantas cosas.
El signo lingüístico une no una cosa y un nombre, sino un
concepto y una imagen acústica. Esta última no es el sonido material, cosa
puramente física, sino la psíquica de ese sonido, la representación que de él
nos da el testimonio de nuestros sentidos, esta representación es sensorial.
El carácter físico de nuestras imágenes acústicas aparece
claramente cuando observamos nuestro propio lenguaje. Sin mover los labios o la
lengua, podemos hablarnos a nosotros mismos.
Llamamos signo a la combinación del concepto y de la imagen
acústica. El signo lingüístico así
definido posee dos caracteres primordiales enunciándolos dejaremos sentados los
principios mismos.
PRIMER PRINCIPIO: LO ARBITRARIO DEL SIGNO.
El lazo que une el significante al significado es
arbitrario, o también, ya que por signo entendemos la totalidad resultante de
la asociación de un significante a un significado, podemos decir más
sencillamente: el signo lingüístico es arbitrario.
El principio arbitrario no es asignado por nadie, pero con
frecuencia es más fácil descubrir una verdad que asignarle el lugar que le
corresponde.
La palabra arbitrario exige también una observación. No
debe dar la idea de que el significante depende de la libre elección del sujeto
hablante, queremos decir que es inmotivado, es decir, arbitrario en relación al
significado, con el que no tiene ningún vínculo natural en realidad.
SEGUNDO PRINCIPIO: CARÁCTER LINEAL DEL SIGNIFICANTE.
El significante por ser de naturaleza auditiva, se
desarrolla solo en el tiempo y tiene los caracteres que toma del tiempo: a)
representa una extensión, y b) esa extensión es mensurable en una sola
dimensión: es una línea.
LA LENGUA COMO PENSAMIENTO ORGANIZADO EN LA MATERIA FÓNICA.
Para darse cuenta de que la lengua no puede ser más que un
sistema de valores puros, basta considerar los dos elementos que entran en
juego en su funcionamiento: las ideas y los sonidos.
Filósofos y lingüistas han coincidido siempre en reconocer
que sin la ayuda de los signos seriamos incapaces de distinguir dos ideas de
una forma clara y constante.
El papel característico de la lengua al pensamiento no es
crear un medio fónico material para la expresión de las ideas, sino servir de
intermediario entre el pensamiento y el sonido, en condiciones tales que su
unión conduzca necesariamente a delimitaciones reciprocas de unidades. El pensamiento cotico por naturaleza, es
forzado a precisarse al descomponerse. No hay, por tanto, ni materialización de
los pensamientos, ni espiritualización de los sonidos.
La lingüística trabaja, por tanto, sobre el terreno
limítrofe en que los elementos de los dos órdenes se combinan, esta combinación
produce una forma, no una formula.
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